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El Día Después

Artículo de Sandra González Pini. Psicóloga

Especial Día de la Mujer

Me encontré hace unos días con un programa en la televisión en el que la reportera entrevistaba a los habitantes de una isla remota del pacifico, quería conocer cómo vivían sus habitantes. Entrevistó a muchas mujeres de la isla que la invitaban a entrar en sus pequeñas casas y a sumarse a su día a día en los quehaceres cotidianos,  parecía una isla habitada  sólo por mujeres y niños.

Sus habitantes vivían de la pesca y del turismo exclusivamente. Su nivel de aislamiento era bastante significativo, pero lo que me llamó la atención desde el primer momento, fue encontrarme con el mismo discurso y funcionamiento de siempre: ellas  se ocupaban de los niños y ancianos, de las comidas, la recolección y almacenamiento de la leña, de la limpieza del pescado. Cuando la reportera le preguntaba a una de las mujeres por las actividades de los hombres, ella le responde con cierto malestar: “sólo se encargan de pescar, y cuando vuelven, se echan a descansar” Aunque ellas ya se dedicaban a alquilar sus habitaciones a los turistas, o sea que se habían incorporado también al mundo laboral, seguían siendo ellas las responsables de todo lo demás.

Esta situación no cambia en nuestro país en muchos domicilios con la incorporación de la mujer al mundo laboral. Agotadas por el peso de las dobles jornadas y por la presión de hacerlo bien en los dos ámbitos (público y privado) responsables del abastecimiento del hogar, médicos , educación y acompañamiento en tareas escolares y extra escolares ,  hay que añadir la falta de oportunidades en el ámbito laboral.

Todavía hoy mucha gente se asombra si un hombre opta a un contrato parcial o una excedencia para cuidar a su familia; no sorprende, sin embargo, que sea la mujer quien tome esta decisión.

La “carga mental” en el trabajo “invisible” de las mujeres es crónico y pasa en muchos casos por medicalizar la existencia para sostener la vida y sus múltiples ocupaciones, presiones, exigencias. Agotadas, tensionadas, con cuadros de estrés y ansiedad asumiendo cada síntoma como algo ajeno y de origen orgánico (como si se desencadenase solo) sin vincularlo a su propia vida, a la angustia del día a día. Como si la depresión fuese algo orgánico, casi como una “enfermedad rara” que les ha pasado, sin considerar la causa – efecto. Es llamativa la resignación de las mujeres, sus cargas  y el mantra del “Ye lo que hay”, una herencia inmovilista que perpetúa el malestar.

En España, el 94,18% de las personas que trabajan a tiempo parcial son mujeres. Es decir, por cada hombre con un contrato de este tipo hay 16 mujeres.

Más del 80% de los hogares monoparentales en España están liderados por una mujer.

Si queremos conseguir una igualdad real entre hombres y mujeres, es prioritario romper el estereotipo que vinculan lo doméstico con ellas, con nosotras, pero sobre todo debe crecer la solidaridad en el ámbito privado y la empatía, que sigue siendo un bien escaso en muchos domicilios y que no es otra cosa que el arte de ponerse en el lugar del otro, en este caso, en el lugar de ellas.

En una casa la responsabilidad es compartida entre todos los miembros de la familia, ellos  no ‘colaboran’ en casa, ellos son “co-responsables” de una casa y sus habitantes. O al menos así debería ser, en las grandes ciudades, en los pueblos aislados, o en cualquier organización en la que hombres y mujeres participen de la actividad para desarrollar sociedad, familia o empresa.

Es urgente que el cambio se asuma por parte de todos. Porque todos son responsables de lo que sigue sin llegar: la igualdad real más allá de discursos. La igualdad en el ámbito privado sigue siendo ese secreto a voces que vuelve a silenciarse cuando cada día 09 todas volvemos a nuestro día a día puertas adentro, sin pancartas, sin protestas. El día después tiene que cambiar, desde hoy.

Sandra González Pini

Psicóloga

Colegiada O-01843

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